El Diario Montañés, 9 de abril de 2014
Según el taller
de Sociología de la Universidad de Cantabria, los cántabros somos «fríos,
cerrados, individualistas, serios, secos y reservados». Parece un diagnóstico
exagerado. Acaso nuestro modo de ser no nos permita partirnos de la risa cuando
nos miramos el ombligo, pero tampoco somos tan insensibles como para no dejar
escapar ligeras sonrisas si analizamos nuestro particular festival regional del
humor.
Cuando escucho
que la Sanidad mejorará eliminando algunos servicios de los hospitales
periféricos y centralizándolos en Valdecilla, hago una mueca de duda, con una
pequeña inclinación lateral de los labios. Esbozo una sonrisa más amplia cuando
leo que el consejero de educación, tras haber dado a la Religión el mismo peso
que a otras asignaturas en el expediente académico de los alumnos, dice que hay
que sacar la política de las aulas (no creo que estén politizadas: por este
periódico me he enterado de que solo uno de los siete adolescentes
santanderinos de entre quince y diecisiete años que intervenía en un reportaje
sobre la juventud sabía quién era Ignacio Diego). Con expresión más jocosa, ya
no puedo reprimir soltar un ligero sonido nasal al enterarme de que el asesor
de comunicación del presidente de nuestro transparente Parlamento Regional
llama golfa a una concejala socialista y, para ‘sostenella y no enmendalla’,
emulando a Forrest Gump, dice que golfa es la que hace golfadas, en un pésimo
ejemplo de competencia semántica para la profesión periodística, que está
sufriendo la crisis como pocas. Y la risa es del todo abierta cuando leo que
nuestro presidente regional defiende la libertad de expresión en su discurso
ante la prensa, mientras que otros políticos amenazan sutilmente a los
periódicos cuya línea editorial no les es afín, o directamente eliminan de sus
páginas la publicidad institucional.
Soy cántabro y sonrío
sin alardes. Como lo hacen mis paisanos, «fríos, cerrados, individualistas,
serios, secos y reservados», cuando se enteran de lo que manifiestan, lo dice
mi admirado Manuel Alcántara, «los disimulados dictadores que nos gobiernan».
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