El Diario Montañés, 24 de diciembre de 2014
En
mi lucha diaria contra la errata, siempre resulto perdedor. Es inevitable. Haga
lo que haga, con independencia de la extensión del texto, el gazapo se agazapa y
aparece en el lugar más notable, donde más daño hace. Pero debo confesar que no
soy en absoluto responsable de la errata que casi nadie vio en el atril de
diseño que había en la fiesta del PP cántabro del hotel Santemar, sobre el que
hablaron primero y brindaron después María José Sáenz de Buruaga, Íñigo de la
Serna e Ignacio Diego. «Felices fiesta», decía el cartel, como muestran las
fotografías de Javier Cotera en la edición digital de este periódico,
pareciendo significar que más que desear unas buenas fiestas para todos se proclamaba
que sólo eran felices los que estaban en esa fiesta. «Felices fiesta», felices
en esta fiesta, en su fiesta y sólo en la suya. Felices por escuchar a su
presidente, que es el de todos, decir aquello de «Estad tranquilos, como lo
estoy yo. Vuestro presidente es una persona con principios de honestidad
hondamente arraigados». Y en la fiesta respiraron aliviados. No va a ser más
verdadero el informe de la policía nacional que la palabra de un hombre de bien
que nos ha mostrado en el Parlamento –aunque desde lejos– su certificado de
reserva del hotel balneario. Felices en su fiesta, porque degustaron «ensalada
navideña, crema de marisco, solomillo de buey con ragout de verduritas servido
con tres salsas, y tarta de manzana con helado de mantecado» y les sobraron
unos eurillos para la Cocina Económica. Felices en su fiesta, que no es la
de todos, porque allí escucharon que su partido nos ha sacado las castañas del
fuego y por eso «Cantabria mira al
futuro con ilusión y esperanza».
Debemos
asumir como ciertas las palabras de Ignacio
Mendiola, doctor en Sociología de la UPV: «Vivimos gracias a la mentira,
que un mundo sin mentiras es un mundo que no sólo asusta, sino que es
radicalmente inhabitable».
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