El Diario Montañés, 10 de diciembre de 2014
Me he metido en
tantos charcos en esta sección, que creo llegado el tiempo de abordar, siquiera
someramente, la problemática de las piscinas en Cantabria. Me animan a ello los
triunfos de Mireia Belmonte en el campeonato del mundo de Doha, y el ejemplo de
Cristiano Ronaldo tirándose a la piscina en el área del Bernabéu.
En nuestra
región no respetamos la natación: construimos piscinas, pero no las
inauguramos; cubrimos con hormigón la única pública de 50 metros, en el
Complejo Deportivo Municipal de La Albericia, y la convertimos en otra de 25
metros; privatizamos la de Orlando, también de 50 metros; prohibimos la
natación deportiva en la de Sarón, llevándonos por delante a un club recién
nacido; ponemos en peligro el futuro del Club Natación Astillero, porque la
empresa privada que la va a gestionar puede poner palos en la rueda del
deporte; aplazamos ‘sine die’ la construcción de la mal llamada olímpica en
Torrelavega; y, en general, ponemos problemas a los clubes para que puedan
disponer a diario de las calles que necesitan para entrenar.
¿Saben cuál es
la razón? Que los deportistas importunan a los usuarios. Las piscinas se
levantan con dinero procedente del deporte, pero luego se dedican a otros usos.
Eso explica que en Santander no exista ninguna Escuela Municipal de Natación;
que en la piscina del Complejo Deportivo Municipal se haya instalado sombrillas
para solaz de bañistas veraniegos; que la pileta cubierta de La Albericia esté dedicada
a socios; o que en la de Orlando hayan quitado poyetes, corcheras y banderas de
referencia para que los deportistas no puedan entrenar y no perturben la relajada
placidez de sus clientes. Menos mal que existe la piscina camarguesa de la
Cros. Un referente para la natación cántabra y un ejemplo del apoyo municipal
al deporte, combinándolo, sí, con otros usos de ocio, pero poniéndolo siempre por
delante. Algo que deberían exigir los consejeros de deporte en cuantas
instalaciones haya entrado el dinero público de su consejería.
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