El Diario Montañés, 15 de abril de 2015
Al igual que
Antonio Machado estimaba que a las palabras de amor les sienta bien un poquito
de exageración, hay quien piensa que a ciertos estudios estadísticos les viste
mucho un nombre en inglés. Quizás por eso el Instituto de Prospectiva
Internacional, el Grupo Cofares y la Agencia EFE han bautizado como «Barómetro
Index Life» a las encuestas trimestrales que realizan para ofrecernos «una
medida del estado de ánimo de la sociedad española». Pues bien, el último de
estos estudios revela un resultado sorprendente: los cántabros, aunque tenemos
mucha incertidumbre ante el futuro y un grado de irritación por encima de la
media nacional, somos los ciudadanos menos tristes de España.
Lo de estar a un
tiempo inseguros y poco tristes, no sé cómo explicarlo. Lo de estar irritados
pero casi alegres, es más sencillo si se recurre a nuestro particular festival
del humor. Miren, a uno le puede irritar que los integrantes de Podemos y
Ciudadanos se enzarcen en nuestra región, aun antes de nacer, en luchas
intestinas por un poder que, según ellos, no es su mayor afán; que cierta
exalcaldesa socialista abrace las siglas de un partido que plantea la unión con
Castilla y León; que algunos concejales regionalistas castreños se unan a
quienes quieren integrar Castro Urdiales en Bizkaia; que el gobierno de
Cantabria –pirómano y bombero– pida primero la supresión de la parada del tren
en Reinosa para llegar antes a Madrid, y después la supresión de la supresión
ante las protestas ciudadanas; que el mismo gobierno avale a empresas dudosas, si
no consiguen aval bancario para hacer el teleférico de la Vega de Pas; que...
Sí, con todo ello lo normal es estar irritados. Pero no me negarán que el
sentido del humor de nuestros políticos contribuye a eliminar la tristeza.
Estimo que este
humor lo da la tierra. De hecho, sospecho que los andaluces son tan alegres
gracias a los genes que expandieron por aquellos lares nuestros emigrantes, los
jándalos. Por eso no entiendo que algunos se asombren ahora y critiquen que
Cantabria se llene por doquier de ferias de abril por las que corren,
generosos, los finos y los rebujitos en puestos adornados con banderas
andaluzas, con telas blancas perladas de lunares rojos y con infatigable sonido
de sevillanas de fondo.
¿Tristes
nosotros? Si tenemos una gracia que no se ‘pué’ aguantar.
¡Ozú, arsa,
arriquitaun!
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