martes, 23 de junio de 2015

NI PIERDO NI GANO (24 de junio de 2015)


El Diario Montañés, 24 de junio de 2015

En la segunda parte del Quijote, en el inicio del capítulo LVII, Sancho reflexiona sobre su etapa de gobernador en la ínsula Barataria y deja una sabia y prudente sentencia que debería guiar a los actores de estos tiempos políticos de gobiernos de consenso: « …yo entré desnudo en el gobierno y salgo desnudo dél, y así podré decir con segura conciencia, que no es poco: “Desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano”».
Me declaro ferviente seguidor de la obra inmortal de Cervantes y de los valores éticos que transmite –a los valores literarios le estoy rendido sin condiciones–, y acaso por ello me he sorprendido mucho al enterarme de que algunos consejeros salientes del gobierno regional están echando cuentas para ver cuánto se les debe tras su paso por el ejercicio político. Su razonamiento es sencillo: en sus anteriores puestos de trabajo ganaban un sueldo superior y, como no quieren que el tiempo que han dedicado a la política les suponga merma económica, reclaman ahora la diferencia entre lo que pudo ser y no fue. No sabemos si han colmado su ego con la práctica del poder –el mismo Sancho imagina que «es bueno mandar, aunque sea a un hato de ganado»–, pero con su reivindicación dejan claro que no tienen ninguna intención de que su bolsillo sufra mengua alguna.
Yo, que suponía ingenuamente que la dedicación política era un acto de servicio a la sociedad, un apostolado, no esperaba tales ajustes matemáticos, y menos cuando alguno de los presuntos implicados tiene relación muy estrecha con la obra que puso en marcha en la tierra don José María Escrivá de Balaguer para ganar el cielo. El sacerdote aragonés, beatificado por Juan Pablo II, gustaba decir que «La santidad está compuesta de heroísmos. Por tanto, en el trabajo se nos pide el heroísmo de “acabar” bien las tareas que nos corresponden, día tras día». Y a fe que algunos, pasando ahora factura, quieren santificar su trabajo a lo grande.
Termino parafraseando a Cervantes: «Voto a Dios que me espanta esta vileza».

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