martes, 16 de junio de 2015

NORMALIDAD DEMOCRÁTICA (17 de julio de 2015)


El Diario Montañés, 17 de julio de 2015

Últimamente estamos demasiado crispados. Hemos pasado de denunciar a quienes silban al himno nacional, a silbar e increpar a concejales electos por hacer pactos que consideramos ‘contra natura’. Y eso, aunque parezca normal, no lo es. La convivencia tiene unas normas de juego que nadie debe saltarse, por educación democrática y por ley. No podemos protestar cuando la gente hace escraches –Diego ha sido pionero en denunciarlos en Cantabria– y luego estar tentados a hacerlos. Entiendo que es difícil aceptar con estoicismo la pérdida de un puesto de responsabilidad remunerada, pero es deber de los políticos hacerlo con naturalidad para dar ejemplo a la ciudadanía.
Mario Vargas Llosa, que ha experimentado la endogamia más pertinaz –se casó primeramente con una tía y años después, ya divorciado, con una prima–, conoce bien lo que son las críticas desde el despecho interior. Su mujer-tía, tras la separación, dejó escrito en un libro que todo lo que él había conseguido se lo debía a ella, que le obligó a asentar la cabeza y a trabajar con disciplina. Su hasta ahora mujer-prima –de quien al parecer también está separado–, cuando conoció la crónica del amor anunciado en rosa entre el premio Nobel y la Presley, argumentó que ella ha estado junto a él cincuenta años, que acababan de celebrar sus bodas de oro y que no puede explicarse que, a la vejez, Mario sienta la viruela de un amor invernal y desprecie el suyo, antaño primaveral y siempre fiel. El compromiso de Mario –si se confirma– parece, en efecto, inexplicable, y a su edad provecta tiene la caducidad marcada, no es estético e incluso puede parecer poco ético. Pero es respetable y legítimo.
También los pactos que ha habido en algunos ayuntamientos pueden tener la caducidad marcada, parecer poco ajustados a criterios éticos y estéticos, poco explicables y además resultar «débiles e inestables». Pero están legitimados por la Constitución. Sólo la soberanía ciudadana deberá juzgarlos en las urnas cuando corresponda. Mientras tanto, a los responsables del PP les conviene hacer análisis de conciencia para ver por qué nadie ha querido asociarse con ellos. Si no se debe a la propia soberbia o a la ineficacia de su mandato, puede que estén sufriendo en sus carnes, a veces sin merecerlo, el descontento por las políticas autonómicas y nacionales que han desarrollado Diego y Rajoy, como otros sufrieron antes, acaso también inmerecidamente, la sombra de la última etapa política de Zapatero.
Superado el lógico enfado del cargo perdido, y ya en frío, a partir de ahora deberán contribuir con su trabajo diario desde la oposición a apagar las protestas de la gente y a transitar por el camino de la normalidad democrática. La buena convivencia de los vecinos se lo demanda.

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