martes, 11 de agosto de 2015

TREINTA Y SEIS AÑOS DESPUÉS (12 de agosto de 2015)


El Diario Montañés, 12 de agosto de 2015

Transcurría el curso 1978-1979 cuando en la Escuela Universitaria de Magisterio de Cantabria se quiso imponer que la nota de Religión, asignatura optativa, contara para el currículo. Hubo reuniones de alumnos en asamblea, posturas de presión cercanas a la huelga, y ganó la coherencia: la nota no tuvo validez en el cómputo final. Un pequeño triunfo, porque era mucho lo que la gente se jugaba. Sin ir más lejos, la posibilidad de salir con trabajo directo, librando las temidas oposiciones, si la media de los tres cursos era como mínimo de 8, si no se había suspendido ninguna asignatura durante la carrera y si se estaba dentro del porcentaje del 10% de los aprobados del tercer y último año. Los que entonces participamos en la protesta teníamos la sospecha de que los profesores podían subir la nota de Religión para atraer a los estudiantes. Además queríamos superar, amparados por una Constitución de libertades recién nacidas, la doctrina franquista que proclamaba única y verdadera a la religión católica, apostólica y romana.
Un domingo cualquiera de enero de 1980. Estamos en el campamento militar de El Ferrol del Caudillo. Somos soldados de marinería recién llegados en el reemplazo de ese mes, el de las prórrogas. Hay futuros médicos, maestros, abogados, ingenieros... Nos hacen formar en el patio. Un sargento, sin otro mérito que sus muchos años de servicio, pregunta que quiénes van a ir a misa. Paso adelante de unos pocos. Dolido, porque para él la misa dominical debería seguir siendo obligatoria, nos amenaza con hacernos barrer la explanada. Algunos se amedrentan, pero la mayoría resistimos firmes. Al final vence la dignidad, y el sargento no cumple su amenaza.
Año 2015. Poco hemos cambiado. La LOMCE devuelve el carácter evaluable a la asignatura de Religión. Tiene peso en el currículo, se computa para todo, becas incluidas, y obliga a quienes no la cursen a estudiar otra materia también evaluable, es decir, que ahora hay que elegir entre Religión y otra asignatura, cuando anteriormente era entre Religión o nada. El matiz tiene su miga.
En Cantabria, el consejero de Educación ha decidido hacer lo único que le permite la ley, suprimir una hora semanal de Religión en Bachillerato. Una iniciativa modesta, pero que anuncia un camino nuevo. Y tomada con gran rapidez. Lástima que no haya mantenido la misma premura en ciertas decisiones de los otros dos ámbitos de su incumbencia: la cultura y el deporte. Porque los pasos que está dando son lentos. Demasiado lentos. Y, en algunos casos, por culpa de los presupuestos, los ha dado en falso.

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