miércoles, 10 de abril de 2019

MEDICINA LECTORA (10 de abril de 2019)


El Diario Montañés, 10 de abril de 2019

Esta semana comentaba en un encuentro cultural que, al paso que va la caída de los índices de lectura, pronto puede haber más escritores que lectores, algo posible si tenemos en cuenta que los lectores escasean y que hay algunos escritores que presumen, al contrario que Borges, de lo poco que leen para no contaminar su estilo. Por eso vaticino que en cuanto desaparezca esta generación, quedarán leyendo cuatro gatos.
Los mismos que permanecen en veinticuatro municipios de Cantabria, con tan pocos habitantes que en algunos de ellos hay más perros que personas. Ni siquiera el turismo rural puede salvarlos, pues la belleza del paisaje y la tranquilidad del entorno –como las bicicletas– solo se aprecian en el verano y en épocas vacacionales. Es entonces cuando los niños inundan sus calles y juegan por ellas con la alborotada alegría de las golondrinas. Yo suelo desconectar y escaparme en cuanto puedo por esos pueblos del sur de nuestra región y del norte de Palencia y Burgos. «Ahora da gusto –me decía un paisano en una de mis visitas–, pero en cuanto se marchan los niños, aquí quedamos cuatro viejos añorantes». También las oficinas bancarias han huido de las poblaciones rurales porque no son rentables, y ya existe exclusión financiera en varias localidades. «Haga sus operaciones por internet», recomiendan, dando por supuesto que todos tienen conexión y capacidad para hacerlas desde casa. ¡Qué tiempos aquellos en los que las Cajas no se habían «bancarizado», y la de Santander tenía oficinas por toda la región! Guardo una agenda de 1977 que proclama con orgullo, luego de una detallada lista que comienza en Ajo y termina en Villaverde de Trucíos: «Noventa y ocho oficinas al servicio de La Montaña».
El tiro de gracia a estas zonas casi deshabitadas, y a otras que no lo están tanto, lo daría la privatización de la sanidad y la enseñanza, medida que ya contempla en su programa un partido político. Hay quien dice que sus dirigentes tienen las cabezas vacías de cultura humanista. De ser así, la lectura –antídoto contra la ignorancia– podría ser la medicina adecuada.

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