El Diario Montañés, 22 de mayo de 2019
Cayó
la venda en Eurovisión y nos dejó, como ya es común, con el culo al aire. Y eso
que no improvisamos, que al desastre llegamos tras varios concursos que
buscaban talentos y ponían a prueba letras, canciones y cantantes. Pero sucedió
lo de siempre, mucho ritmo y poca calidad. Acaso falta de talento. Algo –lo del
ritmo y la calidad, del talento no opino– que tiene fiel reflejo en una campaña
electoral en la que el ruido de algunos partidos es casi seguro que no se
corresponderá con las nueces que recojan, si es que nos guiamos por la escasa
asistencia del público a sus convocatorias. Pero, a pocas jornadas de la de
reflexión, este miércoles prefiero dejar las mías –las reflexiones políticas, quiero
decir– al margen, como muestra de respeto a los límites de la corrección. Que
para eso están los límites y las lindes, para respetarlos. Espero que mis
lectores lo comprendan.
«Leo
sus artículos todas las semanas, y me encantan», me dijo muy amablemente una lectora
en las Urgencias de Valdecilla. Le di un par de besos, agradecido por sus
halagos –los halagos, ya se sabe, vienen bien para elevar la autoestima–.
Además, rebajó durante unos segundos mi preocupación, porque un familiar
acababa de ingresar en esa unidad que mantienen día tras día un puñado de
jóvenes médicos residentes, intentando curarnos mientras se forman. Luego, con
todo felizmente resuelto, cené con otro familiar, Joaquín Leguina Herrán,
crítico muy criticado –«Es preferible que, mejor que tu primo segundo, digas
que soy tu tío. Por la edad que nos separa, queda bien»–. Leguina es un verso
libre que con su opinión independiente suele dar palos a diestro y siniestro. Él,
que de demografía sabe bastante, me repitió lo que había dicho en un foro
económico: «Yo les facilitaría la doble nacionalidad inmediata a todos los
latinoamericanos». «En tal caso –asentí–, las fronteras no deberían existir, y
menos las emocionales».
Espero que pronto se nos
caiga esa venda. De lo contrario, también quedaremos con el culo al aire. En
Cantabria, con nuestra escasa natalidad, los primeros.
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