miércoles, 8 de mayo de 2019

FERIA POLÍTICA (8 de mayo de 2019)


El Diario Montañés, 8 de mayo de 2019

El pasado domingo terminó la feria del libro de Santander y deja paso a la de Madrid, que abrirá sus puertas a partir del 31 de mayo, en una secuencia temporal que este año va casi de la mano de los tiempos políticos del país: la primera se celebró durante las elecciones generales y la segunda lo hará cinco días después de las municipales y autonómicas. Política y cultura se unen así, por una vez y sin que sirva de precedente, al menos en cuanto al calendario se refiere.
El hecho de que la feria santanderina coincidiera de pleno con la campaña de las generales hizo que visitaran las casetas bastantes candidatos. Algunos mostraron inseguridad y no sabían muy bien cómo desenvolverse en un mundo que, si no hostil, les resultaba casi desconocido. Otros pasearon con naturalidad, porque ya eran asiduos a los libros antes de tener que salir a la calle para pedir el voto. El ciudadano Félix Álvarez presumió, incluso, de ser coautor de un libro que tuvo en su día mucho éxito, «vendimos casi 5.000 ejemplares», dedicado a Marcelino, el entrenador del Racing: ‘Marcelino, UEFA y vino’, editado por ‘Amayuelas locas’. Político y escritor, ahí es nada. Casi como Joaquín Leguina –que también estuvo en la feria como autor–, aunque con distinta profundidad temática. Hubo quien, con bastante humor, me pidió que no hablara mal de él en mi columna en estos días previos a las elecciones, consciente del poder que tiene la letra impresa en la prensa diaria. Más racional, sin duda, que el miedo a la de los libros, que suele tener mucha menor difusión.
La feria ha ido bien. Quizá por las fechas elegidas o porque la caída lectora ha tocado fondo y solo le quedaba repuntar o morir. La sensación de los profesionales del ramo es que las ventas han subido. Veremos si la tendencia se confirma y se mantiene. Y si la implicación de los responsables políticos es más asidua, porque los amores cuatrianuales pueden alentar la distancia. Y la distancia, aunque Caetano Veloso no concibiera esa razón, es el olvido.

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