jueves, 17 de octubre de 2019

PROMOCIÓN TURÍSTICA (17 de octubre de 2019)


El Diario Montañés, 17 de octubre de 2019

Viendo a la gente posar ante el logotipo de Santander ciudad, reflexionaba sobre lo pertinente que resulta aclarar que Santander es la ciudad, ahora que un banco y la liga de fútbol casi se han apropiado de su nombre. Porque parece que esa es la causa de tal puntualización, no la que sospechan quienes creen que se ha puesto porque hay individuos que todavía identifican el nombre de la capital con el de la región. Y me dije que, con el paisaje de fondo del Sardinero y la entrada a la bahía, que limita la roca de la isla de Mouro –«¡Jesús, y adentro!» exclamaban en el lugar los marineros sorprendidos por la galerna del Sábado de Gloria–, el logotipo será el centro de muchas fotografías. No entro a juzgar su estética, sí su oportunidad. Quienes promocionan el turismo saben bien que hoy en día viajamos más para que los demás vean dónde estamos que para disfrutar del destino.
El mar y la bahía, por su belleza, siguen siendo los mejores reclamos turísticos. De hecho, tengo el barrunto –si no fuera por el nombre de este apartado, diría que la certidumbre– de que a la mayor parte de los visitantes del Centro Botín les interesa el edificio más como mirador privilegiado hacia el exterior que por las exposiciones que se organizan en su interior. Acaso por eso la pasada semana, para clausurar el primer Encuentro Internacional sobre Artes, Emociones y Creatividad, ha habido un concierto en el agua en el que los componentes de ‘Le Piano du Lac’ han logrado las que según ellos son notas insólitas, resultado de la fusión con la naturaleza. Postureos de la modernidad –¿engaños?– que no alcanzo a entender.
Entiendo mejor las burlas del ingenio nacional –esas no engañan a nadie–, que suele reaccionar con rapidez y gracejo ante cualquier situación, por dramática que sea. Así debe juzgarse el eslogan turístico que ha corrido como la pólvora por las redes sociales, aconsejando visitar Castro Urdiales, «un destino para perder la cabeza». Un humor que mentes biempensantes pretenden vetar. Algo, también, muy nuestro.

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