El Diario Montañés, 9 de octubre de 2019
Debo
a mi amigo y maestro Emilio Pascual el regalo de una obra extraordinaria: ‘El
tesoro olvidado. Breve diccionario de la elocuencia minimalista’. Su autor,
Dimas Mas –defensor ferviente de la riqueza de nuestro vocabulario–, recopila
en un volumen exquisito quinientas palabras que, en unas ocasiones hibernan en
el desuso de la lengua, como los osos, y en otras ya están directamente
extinguidas. Una de ellas, «meliloto», es la que titula, en plural, este
artículo. Aunque ese vocablo agonizante significa «necio e insensato», su
agradable sonoridad lo convierte en locución que lima toda aspereza. Y, como quiera
que mis artículos –acaso por la edad– últimamente están suavizando el tono, utilizaré
tal palabra para denunciar más adelante, de manera delicada, ciertos desprecios
intolerables.
Recientemente
he tenido ocasión de encontrarme con un grupo de socialistas históricos en
Madrid, con motivo de unos encuentros culturales. Tienen en común que, aunque en
su día contribuyeron a formalizar una transición que muchos consideraron
modélica, ahora parecen estar apestados: Leguina, Corcuera, Barrionuevo,
Virgilio Zapatero, Redondo Terreros… En el coloquio que se suscitó después de
tales encuentros, estos políticos veteranos acusaron a los más jóvenes de mantener
posturas que hacen resurgir en nuestro país crispaciones ya superadas, y les
apenaba que los políticos de nuevo cuño despreciaran las bases de convivencia democrática
que ellos habían asentado con tanto esfuerzo. Recordaron también los tiempos difíciles
en los que tuvieron que luchar contra múltiples obstáculos, porque en aquella
democracia balbuciente la libertad pendía de un hilo.
En
un primer momento tuve la sensación de estar siendo testigo privilegiado del
relato de las batallitas de unos abuelos que se resistían a dejar España en
manos de las generaciones jóvenes, porque consideraban que, además de no
respetar su legado, carecían de una mínima visión histórica. Pero, cosa
curiosa, según ellos hablaban, tenía yo la sensación de comprender mejor sus argumentos.
Fue en ese momento cuando se me reveló el vocablo apropiado para calificar a quienes
desprecian la experiencia de los mayores. Son unos «melilotos», dije en voz
alta. Que fue tanto como afirmar que eran unos necios. Pero sin acritud.
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