El Diario Montañés, 23 de octubre de 2019
Algunos
de los que promulgaron la reforma laboral, que ha hecho más pobres e inestables
a los trabajadores, se han subido el sueldo para esta legislatura porque
consideraban que habíamos salido de la crisis y que ya estaba bien de tanto
sacrificio. La realidad es que estamos atisbando otra que, de confirmarse, nos
dejará definitivamente tronzados, aunque encontrará a sus señorías sentadas en renovadas
sillas ergonómicas –póngame un sillón nuevo y cámbieme el ipad, que lo tengo
cargadito de información y va muy lento–, porque el peso de la responsabilidad abruma
cuando se soporta sobre las espaldas, y es conveniente que nuestros próceres
las tengan descansadas para continuar discutiendo de exhumaciones y de esa
Cataluña que se nos escurre entre los dedos. Quizá no la arreglen –a Cataluña,
digo, que lo del dictador parece encauzado–, pero exhumaciones, hogueras y artículos
155 entretienen al personal, que mientras se ocupa de tales asuntos no piensa
en otros.
Dicen
que a los tontos de Carabaña se les engaña con una caña, y que por eso nos
hablan de realidades lejanas –no digo yo que no sean importantes– antes que de las
nuestras, las próximas, esas que denuncian que a uno de cada cuatro españoles le
acecha la pobreza en las esquinas de la vida. Si por casualidad lo hacen, no es
para resolver, sino para echar las culpas al adversario político, origen de
todas las calamidades. «Los problemas se arreglarán cuando gobiernen los míos»,
dicen unos y otros sin pudor, queriendo que olvidemos que parte de esos
problemas, además de no haberlos sabido resolver, en gran medida los han creado
ellos mismos con su ineptitud.
Con
este panorama, preveo una campaña electoral cargada de ardor nacionalista. Y me
da mucha pereza, «porque cuando me paro a contemplar mi estado, y a ver los
pasos por donde he venido, puesto ya el pie en el estribo», qué quieren que les
diga: prefiero que me hablen de las cercanas cercanías, de la sanidad, de los
alquileres, del paro, de las pensiones, de la pobreza… Aunque quizá sea
pedirles demasiado a sus acomodadas señorías.
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