El Diario Montañés, 13 de noviembre de 2019
A
los dieciséis años tuve que pedir permiso paterno para hacerme socio del
Círculo de Lectores. Mi pasión por la lectura había nacido tiempo atrás, en la
Escuela Unitaria de Villanueva que dirigía con paciencia benedictina don Julio
Calva. En un viejo armario guardaba bajo llave sorprendentes tesoros que sacaba
a la luz cuando terminábamos las tareas –la lectura como premio–. ‘El niño, la
golondrina y el gato’, ‘Óscar el cosmonauta’, ‘Un muchacho sefardí’… se nos
abrían de par en par para mostrarnos páginas que nos alejaban de nuestra
realidad y nos transportaban a mundos más amables. Llegó luego el ‘Bibliobús’
con su maná cultural. Una vez a la semana aparcaba junto al ‘Bar Anibal’, donde
avispados publicistas acababan de colocar unas vallas amarillas cuyo texto estuvimos
intentando pronunciar los lugareños sin éxito durante largo tiempo:
‘Schweppes’. (Muchos años más tarde descubrimos que era el nombre de una
tónica, bebida que los más suspicaces compararon con el bolinche que comprábamos
por dos reales en el ambigú del cine durante el descanso de las películas). El
Bibliobús, en aquel aparcamiento, mantuvo viva la semilla lectora y regó
nuestro apetito con libros que se renovaban con menos asiduidad de la que
deseábamos. Fue en 1973 cuando entró en casa el Círculo de Lectores. Entonces
pude hacer realidad el sueño de todo buen lector: tener las obras en propiedad
e ir formando una biblioteca que, como todas, refleja la personalidad de sus
dueños. En la mía, tras cuarenta y seis años de socio, unos quinientos
volúmenes son del Círculo de Lectores, una empresa que nació para llenar el
páramo cultural de los hogares españoles y que ahora, en estos tiempos de abandono
lector, ha echado el cierre. Una pena.
Dicen
que desde las bibliotecas nos hablan los espíritus inmortales de los autores
muertos. Hoy en día son pocos los dispuestos a escucharlos en las páginas de
los libros. La mayoría prefieren ser cautivos de la inmediatez y esclavos de la
ocurrencia fácil. Y mientras se cierran círculos culturales, siguen avanzando sin
límites otros irreflexivos y vacíos. Así nos está yendo en todo.
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