El Diario Montañés, 6 de noviembre de 2019
Quienes
guardaban en los bolsillos del alma los votos del rencor ya tienen a quien
votar, pero antes nos amedrentan con cantos militares, conocedores de la
importancia del miedo. Ha sonado el ‘Cara al sol’ en el Ateneo de Madrid, entonado
a mano alzada por los que añoran el paso alegre de la paz impuesta por la
fuerza. La paz sin diálogo. La paz de la unidad nacional que vence sin convencer.
Han renacido las dos Españas reclamando deudas que parecían saldadas, pero que
estaban larvadas y han pasado de padres a hijos y de abuelos a nietos. Han
vuelto a ondear banderas desafiantes, que no sirven para unir sino para separar.
Se han urdido pendones inmensos, con telas de bazares chinos, para arropar a
unos y dejar fuera a otros: hay paños que por muy largos que sean excluyen las
diferencias en vez de abrigarlas.
España
nos vuelve a doler. A unos por el lado izquierdo, a otros por el derecho. Es un
dolor de extremos, descentrado, recidiva inesperada, cuando ya pensábamos que
había libertad sin ira y que no se necesitaba palo largo ni mano dura para
evitar lo peor. Pero basta con que busquemos la expresión «mano dura» en Internet
para descubrir que hay un partido que la utiliza en su programa contra todo lo
que se menea: contra el independentismo, contra la emigración, contra la
sanidad gratuita, contra la prensa… Desprecio del diálogo, que es el valor
fundamental de la democracia.
Los
que entienden de estas enfermedades políticas recomiendan atajarlas con la
introducción de los sobres en las urnas. También que se lean con cuidado los
prospectos (programas), porque algunos hay que pueden tener efectos secundarios
perversos para la salud democrática. Sea como fuere, el próximo domingo conviene
votar para poder exigirle después a los políticos que alcancen acuerdos que garanticen
que nuestro país deja de ser de una vez por todas –las frases son de dos buenos
españoles: Machado y Unamuno– «ese trozo de planeta por donde cruza errante la
sombra de Caín», agitando una bandera «roja de sangre hermana y por la bilis
gualda».
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