En
verano la mente se relaja hasta casi agostarse. Es tiempo de descanso que orienta
los ánimos al atractivo de lo ligero. Incluso en la actividad lectora, ya gratificante
de por sí, se recomiendan lecturas específicas para este periodo, porque, dicen
quienes las prescriben, «con estas temperaturas, seguro que buscas algo así,
sencillo y sin complicaciones».
Esa
misma simplicidad pretenden algunos artículos de prensa, que parecen encargados
a becarios. «La brecha de género invisible que explica las colas en los baños
de mujeres», he leído esta semana en un titular, que luego ampliaba: «Las
largas colas no se deben a que las mujeres usen ‘mal’ los baños públicos, sino
que son un problema de diseño y de no comprender cómo cambian los tiempos de
uso». ¿Cómo no adentrarse en la lectura del artículo tras este cebo?
Otro
titular señuelo: «Higiene genital, la última apuesta de Silicon Valley», con
remate para enganchar: «Muchas empresas nacidas en Silicon Valley se han
lanzado al campo de los productos de higiene contra los hedores propios del
escroto». Expresión inigualable esa de «hedores propios del escroto», aunque
deje en mal lugar nuestra higiene masculina, siempre «con olor desagradable y
penetrante», pues eso significa hedor. Menos mal que según el artículo de los
baños públicos meamos más rápido que las mujeres: con mayor lentitud no
soportaríamos el tufo mareante.
Tómese
este artículo como una ligereza agosteña. Recientemente un lector anónimo achacó
demagogia izquierdista a este rincón, requirió mi jubilación, que me pusiera un
chándal y marchara a Benidorm. Y en verdad, casi sigo su consejo, poco amable,
por cierto. Pero me desanimó otra noticia veraniega que decía que los jubilados
españoles se levantaban a las 5:40 para cogerle a los ingleses la primera fila
en las playas alicantinas.
Y
eso no va conmigo. Soy muy dormilón.
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