martes, 30 de diciembre de 2025

ABI Y GRACIELA (31 de diciembre de 2025)


 El Diario Montañés, 31 de diciembre de 2025

«En estas fechas siento mucho más su lejanía. Hablo con ellos. Pero, aunque el teléfono me los acerque en voz y en imagen, necesito sus abrazos: mis hijos, mis padres, mis hermanos, mi abuela… Perdida en el laberinto de la esperanza, me pregunto si mereció la pena trasplantar el alma en un viaje tan largo, persiguiendo un sueño que en ocasiones se convierte en pesadilla. Abro la ventana y oigo la algarabía de las calles en esta última noche del año –petardos, ruidos, voces festivas–, iluminada por estrellas ficticias. Siento el apoyo de mis compañeros de piso, unidos por las penas y el baño compartido. Antes de salir, repaso el interior de la mochila: bocadillo, botellín de agua, peine, cepillo de dientes, pañuelos de papel… Nada falta.

Llego al hospital. Pasaré la noche con una paciente nonagenaria que tengo a mi cuidado. Tiene la misma edad que mi abuela de allí. Viviremos juntas el cambio de año, sin uvas, pero estrechando el racimo de sus dedos que buscarán protección entre los míos. En momentos así, asistiendo a quien de verdad lo necesita, considero que quizá haya merecido la pena un viaje tan largo.

Sin venir a cuento, pienso en los políticos que dicen que sobramos, porque somos una amenaza, incluyéndonos a todos en su discurso de odio para pedir el vergonzoso voto de la insolidaridad».

«Leo sus artículos», me dice, y continúa, anteponiendo el educado usted de su país: «Usted que escribe, cuéntelo para que la gente recapacite. Ayúdenos, no queremos que nos vean como el peligro que no somos. No debemos pagar justos por pecadores».

¿Qué puedo añadir a sus palabras? Acaso subrayar que su llegada nos ha traído el alma que aquí comenzamos a perder. Y que la solidaridad no se construye levantando muros, sino tendiendo manos.

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