El Diario Montañés, 30 de octubre de 2013
Por
avatares de la natación este fin de semana he estado en Barcelona, y mientras
paseaba por sus calles di en pensar en la suerte que tenemos de vivir en
Cantabria. Esta ciudad, en la que los impuestos gravan hasta el aire que
respiras, debería tomar ejemplo de nosotros. Nos van a bajar el céntimo
sanitario a la mitad, en algunos tramos del IRPF vamos a tener los menores
impuestos de la nación y en ningún otro lugar de España se puede comprar un
coche más barato. Con tales pensamientos, ardía en deseos de regresar a la
tierruca para encontrarme de nuevo en nuestro tranquilo paraíso, lejos de esta
urbe de Babel.
«Diego
ahoga pero no aprieta (Gloria Fuertes, en realidad, decía que quien ahogaba era
Dios). No te adula pero te defiende». Nuestro presidente, en cuanto las
circunstancias lo han permitido, ha anunciado que bajará los impuestos a los
más pobres y se los subirá a los más ricos (tiembla, Botín). Robin Hood debió
de ser su héroe de juventud, su espejo. De ahí su ímpetu sin par, que algunos
malintencionados confunden con la agresividad. Que el dinero vuelva a los
bolsillos del ciudadano y genere un círculo virtuoso, que no vicioso, para que
ruede la rueda del consumo, ahora frenada porque el palo del paro estaba
trabando sus radios. En la segunda parte de la legislatura –lejos quedaron los
cien días prometidos, es verdad, pero la herencia recibida fue desastrosa– todo
comienza a ir mejor. Que no digan los desconfiados que son medidas
electoralistas. Que no proclamen que tendrán aplicación real en 2015. Que no
manifiesten que con lo del céntimo, aunque menos, nos sigue haciendo daño. Que
no desprecien las positivas cifras de empleo.
Marcho
de Barcelona. En el control de seguridad del aeropuerto, un empleado me dice: «¡Hombre,
es usted de Cantabria! ¡Qué gran presidente es Revilla!». Me callo. A Diego,
aquí, le pasa lo que a Cristiano con Messi. Le consideran un segundón.
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