El Diario Montañés, 27 de agosto de 2014
La Merkel y
Rajoy están en forma. En apenas una hora recorrieron seis kilómetros del Camino
de Santiago, gesticulando con las manos una conversación que se esforzaban en
traducir los especialistas desde prudencial distancia. La mandataria alemana le
ha pedido a nuestro presidente que siga ahondando en la austeridad, una forma
eufemística de referirse a los recortes. Mariano, a su vez, ha pedido que la
Merkel le ayude a colocar a dos de los suyos, Cañete y De Guindos, en puestos
europeos de responsabilidad, de esos bien remunerados, porque los pobrecitos lo
necesitan como el comer. Más tarde, lo refieren las crónicas, cenaron solos en
un lujoso, que no austero, restaurante de Compostela. Qué grandes nuestros
mandatarios. Trabajan en pleno agosto mientras descansan, negándole tiempo al
ocio (neg- ocio) para atender sus negocios, que, pronto lo comprobaremos, son
los nuestros.
Los ciudadanos
de a pie, mientras esperamos conocer cómo nos afectarán sus decisiones, tenemos
ya el consuelo del fútbol. Desde el pasado fin de semana podemos asistir a
diario, desde el orto hasta el ocaso, al grandioso espectáculo que nos dan los
futbolistas en pos de un esférico. Analizaremos con minuciosa precisión su
estado. Si se hallan deprimidos porque el último equipo de sus amores –que siempre
es el mejor– no los valora económicamente como se merecen. Y veremos cómo los
presidentes de los clubes se siguen sacrificando –ellos también, pobrecitos– en
un cargo que sólo les proporciona quebraderos de cabeza. Son constructores,
empresarios o directivos de empresas con la vida solucionada, que ponen en
riesgo su trayectoria profesional a cambio de soportar críticas injustas por
sus siempre desinteresadas operaciones deportivas.
En verdad, ahora
que vuelven al ruedo político los protagonistas, necesitábamos del fútbol para
olvidar otros asuntos. Discutiremos hasta la saciedad las decisiones
arbitrales, aunque sepamos con certeza que tal discusión democrática no sirve
para nada, porque nada puede cambiar. Casi igual que en política, vamos. Pero
–lo canta Krahe–, es como un bálsamo para las ánimas.
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