martes, 19 de agosto de 2014

MOVER MONTAÑAS (20 de agosto de 2014)


El Diario Montañés, 20 de agosto de 2014


Andaba dándole vueltas para ver de qué podía tratar este artículo de los miércoles, cuando vino en mi auxilio un amigo de edad provecta y pelo cano, que apoya su porte elegante en un bastón. Paseábamos por Reina Victoria, y nos detuvimos frente a San Martín de la Mar, una de las pocas plazas antaño llanas de Santander. «Aquí, para hacer esto, nadie le ha preguntado nada a nadie», me dijo. Contemplábamos la actividad frenética de trabajadores que se empeñaban en quebrar la planicie de la antigua bolera en busca de un aterrazamiento que, sustentado en toneladas de hormigón, crea pendientes donde no las había. «Hoy la arquitectura es puro marketing –añadió, dándose un respiro–. En los medios de comunicación sólo aparecen las obras de los arquitectos-estrella, casi siempre de difícil ejecución y elevados presupuestos. La arquitectura debería estar al servicio del usuario, debería pensar en la comodidad del ciudadano».
La nuestra, lo sabemos bien, es una ciudad llena de «arribas y abajos», pindia, abrupta, incómoda para su paseo transversal. Por eso se está colocando escaleras mecánicas en algunas zonas. Sin embargo aquí, en San Martín de la Mar, con la excusa de un mundial de vela pasajero, se está trazando un alpe d’huez de curvada pendiente, «pendiente sin opción, pendiente en suma / cruel como la conducta de la espuma», que obligará al paseante a describir zigzags hacia la nada, con fondo azul de bahía, por el que «jóvenes, viejos, niños y chiquillas / deberán cuidarse de los afilados bordes de cuchillas».
Decía Augusto Monterroso que al principio la fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario. Ahora es el dinero el que las crea o las traslada, aun no siéndolo. Y al resignado paseante futuro que transite este erial de hormigón armado, sin el consuelo ameno de la sombra arbolada, le quedará apenas la tenue esperanza de que los bancos del atardecer le ofrezcan desde lo alto la visión generosa del «fruto de dos suaves nalgas» juveniles.   

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