martes, 1 de septiembre de 2015

LA CASA SIN BARRER (3 de septiembre de 2015)




El Diario Montañés, 3 de septiembre de 2015

Poco antes de las elecciones de mayo, el gobierno regional destinó veintiocho millones de euros para contratar a cuatro mil trabajadores en ayuntamientos y mancomunidades de la región. Poco después supimos que la parte que iba a aportar el Fondo Social Europeo, catorce millones, no llegaría nunca, porque nuestros responsables políticos «obviaron o eliminaron» las condiciones que exigía la Unión Europea para conceder tales ayudas. «Obviaron o eliminaron», dice el informe negativo, no que olvidaron.
Lo que sí olvidaron, entre tanta urgencia de última hora, fue firmar el convenio que históricamente mantenían la consejería de Cultura y el obispado de Santander para contratar al personal que hace visitas guiadas en los monumentos románicos más importantes de nuestra región. Desde el 15 de julio hasta el 15 de septiembre, en cada uno de los templos elegidos había siempre una persona, generalmente con estudios de historia, que mostraba su interior a los visitantes, al tiempo que explicaba las peculiaridades artísticas del edificio.
Este año, al olvido de unos se sumó la confluencia, en el mismo mes de mayo, del nombramiento de un nuevo obispo y de los nuevos responsables políticos, tras el vuelco electoral que se produjo en Cantabria. Los que salían, no lo hicieron. Los que llegaron, tampoco. Y como ninguno de esos funcionarios de toda la vida, jefes de servicio que en ocasiones mandan más que los consejeros y que los directores generales (hay casos ejemplares de suprema soberbia en algunos negociados), tuvieron a bien recordar la cuestión a los que afrontaban sus nuevas responsabilidades eclesiásticas y políticas, el convenio pasó a mejor vida y los templos han estado cerrados todo el verano, sólo visibles desde el exterior.
Nuestra región, que pretende vender turismo cultural, se ha encontrado así en una contradicción difícil de explicar. Mientras se sigue dando vueltas a la apertura dominical de los comercios, argumentando, entre otras razones, que los cruceristas que llegan a la ciudad no encuentran locales atractivos donde gastar su dinero, este verano le hemos echado el cerrojo a muchos de nuestros monumentos histórico-artísticos: Piasca, Silió, Yermo, Castañeda, Retortillo, Elines, Cervatos...
Y no ha sido por ahorrar unos pocos puestos de trabajo entre la abundancia de los cuatro mil preelectorales. En realidad se ha sumado el desinterés de los que se iban, el desconocimiento de los que llegaban y la falta de actitud de los que siempre están. Lo que me lleva a pensar que en este país, si no se dejan atadas unas pocas cuestiones básicas, va a ser imposible hacer planes a largo plazo, porque puede suceder que entre los unos y los otros nos dejen la casa sin barrer. Y el que venga detrás, que arree.

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