El Diario Montañés, 23 de enero de 2018
El
gorila de Fitur estaba enfadado. No sólo porque quería estar en Cabárceno, sino
porque se ha enterado de que el 65% de los cántabros en edad de merecer no desean
tener hijos, o tienen menos de los que les gustaría, porque resultan muy caros.
Y el 49,5% no se plantean tenerlos porque son pesimistas ante el futuro. Y eso,
al gorila, que es un animal inteligente, le preocupa, porque los cántabros, si
siguen así, pueden estar como su especie al borde de la extinción.
El
simio gigante de cartón-piedra intuye que su figura promocional en la feria del
turismo no va a salvar esta situación, aunque algo puede ayudar, porque el buen
turismo es oro molido. Pero no comprende que se haya recibido a los visitantes
del stand regional «con ostras y champán», como cantaba Krahe, que luego
añadía, «bueno, quizás exagero, pero algo muy bueno». Y no porque no sea buena
la ocurrencia, pero estima que en ocasiones, acomplejados de provincianismo,
nos pasamos con las sofisticaciones, y que mejor hubiese sido ofrecer una
degustación de algo más nuestro, cocido montañés o lebaniego o una olla
ferroviaria... –no todos los días nos desayunamos con ostras–; pero, claro,
esos productos son estrellas populares y no tienen estrellas Michelín, que son
las que molan, y el único humo que despiden es el del calor de la cocción, no
el químico.
En
ocasiones, piensa el gorila –los gorilas rumian mucho las cosas, no crean–, los
complejos nos hacen renunciar a lo nuestro y entonces sí que quedamos como
paletos. (¿No hicimos un ejercicio de paletismo cuando en la reciente gala de
las letras de Santander –tan españoles nosotros– todas las canciones fueron
interpretadas en inglés? Aunque, menos mal, en inglés original, no traducido
por el ‘translate.google’).
Don
Marcelino le aconsejaba a Pereda que se hiciese más local para ser más
universal. Ajeno a tal consejo, este gobierno regionalsocialista no ha querido
incluir –dicen que de momento– las mascaradas como Bien de Interés Cultural.
Esto también ha enfadado al gorila, porque cree que, además de perder población,
estamos perdiendo identidad.
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