El Diario Montañés, 21 de febrero de 2018
Nos
decía el sabio Antonio Alcoba Muñoz, en sus magistrales clases de Pedagogía,
que al ser humano le mueven tres impulsos fundamentales: las creencias, las
preferencias y las ideas. Y sólo las creencias –«un supuesto en el que estás y
no te cuestionas»– suelen permanecer inalteradas en el tiempo. Todo lo demás es
cambiante, de ahí los gestos de esos futbolistas que besan el escudo del club
que los acoge, y que repiten luego sin pudor por cuantos clubes transitan a lo
largo de su trayectoria deportiva. Más que los colores de la camiseta sienten
el color del dinero, sin salirles los colores; nuevos mercenarios de una
sociedad que plantea el juego como si se tratase de una batalla en la que para
derrotar al enemigo hay que tener a los mejores gladiadores de tu parte. El
signo de un tiempo mercantilista que antepone la cartera a la cantera en casi
todas las facetas.
Esta
situación estaba ya muy extendida en el ámbito político, pero ahora puede
alcanzar categoría de epidemia en nuestro entorno regional. Como quiera que las
ideas de ciertos personajes no tienen más sustento que el del beneficio
personal, y ante la amenaza de tiempos de sombras para el PP, algunos pueden
estar empezando a meditar su particular mudanza hacia otras posiciones que en
el papel de las encuestas pintan con mejor color. Por eso el PP cántabro
debería asegurarse por todos los medios la fidelidad de los suyos cuanto antes,
no sea que haya más de uno que se apunte a esa frase que atribuimos a Groucho
Marx: «Estos son mis principios. Si no les gustan, tengo otros». Y, a río
revuelto, principios de Ciudadanos.
En
estos tiempos de zozobra preveo movimientos arquitectónicos en nuestros
políticos. Me explico. La arquitectura regional, muy sabia, orienta las solanas
hacia el sol que más calienta, comúnmente el del mediodía. El resto, la umbría,
es una parte mucho más difícil de caldear y menos vividera. Alguno, con tales
preceptos, ‘qual piuma al vento’, ha mudado el pensamiento hacia su particular
sol naranja. Igual se quema.
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