martes, 1 de enero de 2019

A VUELTAS CON LAS BAJAS (2 de enero de 2019)

El Diario Montañés, 2 de enero de 2019 (viñeta de Gustavo García)

Hace años hubo un importante avance educativo que, como siempre que hay cambios, fue criticado por los inmovilistas: se trataba de introducir los valores éticos en la educación para formar ciudadanos más responsables, solidarios, democráticos y comprometidos socialmente, y superar así la fría enseñanza y el mero aprendizaje de las materias. Aristóteles dijo que los buenos hábitos que se adquieren en la juventud se mantienen en la edad adulta y marcan las diferencias personales. Quizá por todo lo anterior Esther Bolado, la alcaldesa de Camargo, se dirigió en septiembre a los responsables de su policía local animándolos a seguir anteponiendo su compromiso con la sociedad, con los vecinos y con los valores éticos vinculados a su cargo, por encima de cualquier otra cuestión. Pero, acaso porque no tuvieron en su día una educación en valores o porque Aristóteles se equivocó en sus reflexiones, tan solo un mes más tarde algunos de ellos se olvidaron del mensaje, le dieron la espalda a su compromiso y veinte cogieron la baja médica en estas fechas navideñas. A no ser que enfermaran al tiempo por algún virus inusitado, cosa que todos ponemos en duda, se puede afirmar que en ocasiones es muy fácil obtener bajas laborales, aunque sea bajo sospecha, como ya dejé escrito la semana pasada con respecto a las de los diputados regionales de Podemos.
Sigamos con los valores éticos. Algunos, además de en la educación y en la familia, los aplicamos a rajatabla en el deporte base, porque somos conscientes de que tenemos entre las manos la responsabilidad de educar deportistas para que no caigan, como están cayendo en algunas disciplinas, en el juego sucio o la violencia. Y otra responsabilidad añadida es tratar a estos jóvenes como lo que son, no como a profesionales, y concederles la baja cuando no se sienten felices en un club con la misma facilidad con que la conceden los galenos en asuntos de más enjundia. Claro que para ello se necesita gran vocación pedagógica, valores bien arraigados y, como en todos los aspectos de la vida, aplicar el sentido común. Nunca el rencor.   

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