domingo, 1 de julio de 2012

CUESTIÓN DE VALORES (1 de julio de 2012)


El Diario Montañés, 1 de julio de 2012

Mi compañero de columna, Miguel del Río, publicaba hace unos días en esta misma sección un artículo titulado ‘Ciudad de buena gente’, en el que alababa la actitud de un santanderino anónimo que hizo una obra de caridad llevando en su coche a una pareja de ancianos que se encontraban por las calles de la ciudad, desorientados, solos y temerosos, y los dejó en su domicilio, ya seguros. Terminaba su escrito con una alabanza de las ciudades pequeñas, en las que aún no se circula una vida por encima de los puentes mientras se vive otra bien distinta, harapienta y mísera, por debajo.
Tengo para mí que Miguel del Río es un gran hombre, con un optimismo y una vitalidad contagiosos.
Yo, sin embargo, debo de estar ya mayor, y sólo coincido en parte con sus conclusiones. En teoría, sí, las ciudades pequeñas son más solidarias. Pero la enfermedad social del desarraigo y del desinterés por los demás se está extendiendo por esta aldea global como una epidemia para la que nadie está vacunado. Y Santander no es la excepción.
Viene esto a cuento del percance que ha sucedido esta semana en la playa de Los Peligros, con el ahogamiento de un médico santanderino de 76 años. Durante dos horas su cadáver ha permanecido en la orilla, tapado con una sábana, mientras, como informaba este periódico, «numerosas personas se daban un baño, paseaban por la arena o jugaban a las palas, ajenas a la tragedia que soportaban los allegados del fallecido». Varias fotos publicadas en su edición digital corroboran esa actitud despreocupada.
En esta sociedad, el civismo no depende tanto del tamaño de las ciudades como del tipo de valores que se transmite a los ciudadanos, y la respuesta que dan éstos a los problemas. Y alguno de esos valores quizá no ocupe el rango que le corresponde.
¿Creen ustedes que los bañistas mantendrían la misma indiferencia si, por ejemplo, hubiera varado un delfín?

No hay comentarios:

Publicar un comentario