El Diario Montañés, 31 de octubre de 2012
Las
noticias recientes han confirmado la sospecha que teníamos de que la crisis nos
está haciendo cada vez más pobres a la mayoría de los ciudadanos. El Instituto
Nacional de Estadística acaba de publicar las cifras: uno de cada cinco
habitantes de Cantabria vive por debajo del umbral de la pobreza. Además, el
7,3% de los hogares tienen dificultades para llegar a fin de mes, una de cada
tres familias no puede permitirse ir de vacaciones y el 22% no puede afrontar
gastos imprevistos. El mismo Instituto daba a conocer otro dato poco halagüeño
para nuestra economía regional, referido a que el salario bruto anual se situó
en 21.156,79 euros por trabajador en el año 2010, inferior en casi 1.700 euros
al salario medio nacional. Mal sustrato para pensar en un pronto crecimiento
económico.
Mientras
las clases más desfavorecidas luchan para intentar salir adelante, otra
información nos ponía al tanto de los subterfugios que hacían unos cuantos
desalmados para blanquear su dinero aprovechando el buen hacer (es un decir) de
las mafias chinas. Tiempos aciagos éstos en los que, cuando el dinero escasea,
algunos de quienes lo tienen a raudales sólo piensan en evadirlo, en fijar su
residencia en paraísos fiscales o en engañar cuanto pueden a la Hacienda
pública, que, según dicen, somos todos.
En
el fondo, aunque nos fijemos en la más evidente, hay muchas maneras de romper
la España solidaria que pretendemos conseguir. La RAE dice que patriota es
quien ama a la patria y procura todo su bien. En este sentido, los que engañan,
defraudan o fijan su residencia en paraísos fiscales hacen mucho más daño al
colectivo que los criticados nacionalismos; aunque en su casa tengan títulos de
hijos predilectos, alcaldes honorarios o duques consortes. Ojalá se animaran a
seguir el ejemplo de Amancio Ortega, que va a procurar el bien de muchos con
los veinte millones de euros que acaba de donar a Cáritas.
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