El Diario Montañés, 25 de octubre de 2017
Según
las estadísticas, 143.000 cántabros, uno de cada cuatro, se encuentran en
riesgo de exclusión social, un problema lo suficientemente grave como para que
centren sus afanes en vivir el día a día y se desentiendan de otras cuestiones
secundarias. Otro dato viene a sumarse a esta preocupante situación: el hecho
de tener estudios y trabajo no les garantiza salir de la pobreza; es más, los
sueldos precarios de los nuevos contratos contribuyen a hacerla crónica. Por
eso no debe sorprendernos que, aunque se hagan más contrataciones que nunca
desde que comenzara la crisis, la hucha de las pensiones se esté vaciando y no
se vislumbre el hilo capaz de coser tal roto. Para colmo, si se consumara la
independencia de Cataluña los economistas pronostican que la cosa iría a peor y
nos empobreceríamos un poco más todavía. Así funciona esto de la economía
global.
También
con la economía más cercana debemos tener cuidado, porque la mala gestión de
los administradores se puede volver contra los administrados. El anterior
alcalde de Noja, de confirmarse las imputaciones, contribuirá lo suyo a vaciar
el bolsillo de sus vecinos, haciéndoles pagar vía impuestos los excesos de una
gestión municipal que, según parece, llevaba de manera personal, sin ningún
control ni filtro presupuestario.
En
Santander, sin embargo, un afán desmedido de ahorro pudo volverse contra la
seguridad de los ciudadanos, ya que el ayuntamiento contrató un servicio de
vigilancia en las playas que luego no dio todo cuanto ofrecía –se sabe que es
imposible comprar bacalao gordo y que no pese–. Por contra, con el aparcamiento
de Mendicouague la administración santanderina ha sido, si no manirrota,
demasiado optimista, y el fracaso económico de su explotación puede volverse en
cualquier momento contra los vecinos.
Se
dice que en el punto medio está la virtud, pero nuestra sociedad está perdiendo
la perspectiva, cuestión que para doña Rosa, el antipático personaje de ‘La
Colmena’, era lo único importante. Ahora que los ricos son cada vez más ricos y
los sinvergüenzas más sinvergüenzas, los pobres, qué curioso, son cada vez más
nacionalistas.
Algunos pobres se creen lo que les cuentan los ricos y sinvergüenzas.
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