miércoles, 27 de marzo de 2019

VIOLENCIA DE CONCIENCIA (27 de marzo de 2019)


El Diario Montañés, 27 de marzo de 2019

El sociólogo Irving Goffman acuñó en los años sesenta el concepto de «institución total» para referirse a lugares de residencia o trabajo «que se constituyen en universos cerrados en los que impera el estricto cumplimiento de las normas y la eliminación de los rasgos identitarios para alcanzar una uniformización que se establece como necesaria». Tengo muy cercana la experiencia de algunas residencias de ancianos en las que he podido comprobar que todo está perfectamente reglado, que hay una hora para cada actividad y que nadie, lo quiera o no, puede librarse de su cumplimiento. En ese sentido responden perfectamente al concepto de «instituciones totales».
Un amigo teólogo me comentaba esta semana que ha sido testigo de un tipo de violencia que se practica en algunas de ellas, que filosóficamente llama «violencia de conciencia». «Escasamente conocida –me dijo–, es impalpable de puertas afuera, pero muy cruel porque anula la identidad y la ideología de quienes la padecen». Mi amigo –que desde la metafísica católica ha derivado hacia un humanismo con sentido y camina por él con todas las consecuencias– conoce el caso de un centro geriátrico en el que los viejos más desvalidos han perdido, entre otras cosas, la dignidad del voto libre, un derecho fundamental del ser humano. «En estas elecciones tú vas a votar lo que yo te diga, el voto de la casa», le espetó la otra tarde una responsable religiosa a un abuelo que le reclamaba indignado la devolución de su DNI. Y se lo dijo con agresiva naturalidad, convencida de que Dios, su señor, tiene muy clara cuál es la doctrina políticamente más correcta.
De poco va a servir en casos así que Revilla beba leche cruda, que Zuloaga se multiplique por dos, que Félix Álvarez se deje la piel, que Buruaga no descanse, que… Al final los viejecitos más menesterosos se acercarán a las urnas con la papeleta «de la casa» dentro del sobre, bien asesorados por las hermanitas que los amparan en su soledad.
Así las cosas, de una muerte digna es mejor que no hablemos. Hasta que el cuerpo aguante. 

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