jueves, 24 de mayo de 2012

TRASPLANTADOS A DESTIEMPO (16 de mayo de 2012)


Diario Montañés, 16 de mayo de 2012


El ejecutivo regional ha decidido cerrar la residencia de mayores de La Pereda, aduciendo diversos problemas, y con una rapidez inusitada ha comenzado los desalojos. Fueron los técnicos, tras revisar el estado de las instalaciones, quienes aconsejaron tal decisión.
A uno, desde su ingenuidad, le gustaría saber quiénes son esos técnicos y, sobre todo, quién les paga para hacer unos informes tan alarmantes como secretos. Porque, según parece, no es que hubiera riesgo inminente de desprendimiento de techos, o que las goteras inundaran el interior, o que los ventanales estuviesen en ruina: sencillamente, las obras de adaptación que necesitaba el edificio no podían asumirse por las arcas regionales, vacías para todo cuanto huela a mantener la gestión de lo público.
Cuesta comprender que un gobierno que tiene previsto instalar teleféricos en Cabárceno y en Castro Valnera, aunque sea con la colaboración de capital privado, se arrugue ahora por lo que pueda suponer la obra de unos simples ascensores adaptados para transportar camillas –que en estas cuestiones de echar cables ya tienen la experiencia de algún concierto con la enseñanza privada–, ni que sea una tarea insalvable cambiar las bañeras por pies de ducha, ni que la prestación del servicio no estuviera, como dicen, garantizada. Más bien parece que olvidan la caridad cristiana al traspasar los umbrales de esa iglesia que tanto frecuentan –de ahí su interés posterior en fomentar el paso por la Puerta del Perdón–, y pueden decidir sin remordimientos el cierre de La Pereda y del comedor social de Santoña, o la privatización del Centro de día de Castro Urdiales.
Si fueran sensibles, nuestros gobernantes no ignorarían que la vejez se sustenta en los bastones de la rutina y de la certidumbre, y que las personas mayores y los árboles viejos sufren mucho si se trasplantan. Lo que no ignoran, aunque lo parezca, es que con decisiones de este tipo están causando graves daños personales. Éstos sí, irreparables.

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